Las ansias le pueden. Las ganas de
desviar la atención de sus propios escándalos han llevado al PP a
equivocarse al ver escrito en un medio de comunicación que “Elena
Cortés” formaría parte de una especie de cúpula que manejaría los hilos
de la Corrala “La Utopía” de Sevilla.
Han visto una buena oportunidad para
hartarse de balón y se han apresurado a acusar a nuestra Elena de
alentar ocupaciones y de “bandolerismo”, al tiempo que han anunciado una
pregunta parlamentaria de máxima urgencia: http://bit.ly/14O70Q5
“Elena Cortés”, sin precisarse en el
medio si era o no la Elena Cortés Consejera de Fomento y Vivienda de la
Junta de Andalucía, resultó ser “Elena Contreras”, mujer activa en el
movimiento por el derecho a la vivienda y vecina de La Corrala, como han
aclarado en una nota los propios componentes de esta Corrala, quienes,
entre otras cosas, subrayan la confusión de los nombres en el trabajo
periodístico.
El mediocre liderazgo del actual
presidente del PP-A, Juan Ignacio Zodio, sumado a un estrepitoso declive
en las numerosas encuestas que miden la intención de voto, así como la
necesidad imperiosa de quitar de la primera línea mediática sus
escándalos de corrupción, Bárcenas, Mato, Gürtel y otros, tienen en
permanente estado de nerviosismo al Partido Popular.
Las diversas Corralas responden a un
movimiento en defensa del derecho a la vivienda que está sirviendo para
poner sobre la mesa un debate social vivo y en el que Izquierda Unida
está firmemente comprometida y para cuyo debate la Consejera Cortés está
ofreciendo numerosas alternativas desde el plano institucional, tal
como ha sido su propia firma en la Iniciativa Legislativa Popular para
la dación en pago, la apertura de oficinas provinciales a favor de las
personas amenazadas de desahucio o la paralización de los desalojos en
el parque público de viviendas en Andalucía.
Estas últimas iniciativas, por cierto,
fueron solicitadas por el PP meses después de que ya estuvieran en
marcha, lo cual añade al nerviosismo de la derecha una desesperación
indocumentada y una falta de alternativas que rayan la frivolidad. En
este caso, la pieza de caza mayor que suponían que acababan de cazar no
era sino otra oportunidad para hacer, una vez más, el mayor de los
ridículos.
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